9/5/11

Sesión conjunta II. Enema y orgullo de sumisa por su Amo.

Tumbada boca abajo vi que delante de mí había dos botecitos de desodorante, me preguntaba para qué los usaría. La otra sumisa ya sabía para qué eran y me ponía nerviosa que resoplase tanto, parecía que no le gustó nada cuando el Amo los usó con ella. No se me ocurrió cómo los usaría hasta que le vi metiendo uno en un condón.

Empezó conmigo. Poco a poco fue metiendo ese botecito, que ya no me parecía tan pequeño, por mi culo. Me sorprendí al ver que no me dolía tanto como otras veces, creo que estaba más relajada que de costumbre. Durante toda la sesión no me planteé nada, no dudé, no me resistí, a excepción de algunas situaciones con la vara que por mucho que me concentre, me superan. Iba notando cómo se metía en mí hasta que estuvo totalmente dentro y me dio placer. No quería que parara, estaba disfrutando mucho y me excitaba pensar que tal vez después mi Amo me usara, pero le oí decirle a la otra sumisa que trajera el enema. .

No me había avisado de que me iba a poner uno. Nunca los había usado y el tema había salido antes, le dije que estaba interesada, pero me daba vergüenza y no estaba segura de que a él le gustara que se lo pidiera. En ese momento no tenía ganas de usarlo, pero no dije nada, no sentía que no quisiera que me lo pusiera. Me sentía suya, como un juguetito para que él hiciera lo que quisiera conmigo y si tocaba enema, eso se haría, y con gusto. Me explicó que para hacer un fisting anal era necesario usar un enema antes. Me asustó mucho que dijera eso. Ya intentó hacerme un fisting hace tiempo sin mucho éxito y con demasiado dolor. Aun así tenía ganas de que lo volviera a intentar y de que lo consiguiera, pero ese no era el momento.

Aun no sé si me gustó o disgustó la sensación del agua dentro de mí. Y tampoco sé qué decir sobre la vergüenza que pasé ante mi Amo sentada en el váter cuando entraba sin avisar. Me sentí humillada, muy por debajo de él, usada. Eso me gustó.


Me dijo que cuando se me pasara fuera a la habitación. Allí me encontré a la otra sumisa atada de pies y manos boca arriba al somier de la cama. Pensé que no podría quejarse esta vez, mientras yo estaba aguantando un dolor de tripa bastante extraño a ella la ponían en esa situación. Me gustó verla así, pero no sabía que le iba a pasar y si tal vez me pasara a mí después.

Pero lo que ocurrió no me gustó nada. Mi Amo solo quería darle un orgasmo (esta sumisa tiene problemas para llegar al orgasmo), se lo iba a regalar, se esforzaba para que ella disfrutara. Pero ella no hacía más que quejarse, le ponía pegas a estar atada, a cómo usaba mi Amo el dildo, a que le dolía la espalda, que no se concentraba... Intentó manipular a mi Amo, ¡consiguió que le desatara una pierna y una mano! Veía a mi Amo desilusionado y frustrado. Estaba cansado de darle placer y la chica no se lo agradecía... Me pareció fatal cómo se comportó, no vi respeto por su parte hacia el Amo y finalmente se salió con la suya y la tuvimos que desatar sin ver su orgasmo.

No dije nada, no quería crear un problema. Tampoco sé cuál es su historia, cuánto han hablado del tema o qué ha pasado antes entre ellos con todo esto. Pero aun así me sentí atacada y ofendida por cómo se portó ante mi Amo.

8/5/11

Sesión conjunta II. Castigo y marcas.

En un momento de descanso, la otra sumisa se quedó dormida y nosotros pensamos en acostarnos también. Yo estaba mirando unas cosas en el móvil y mi Amo quiso que se lo enseñara, pero le dije que no en tono burlón, que lo mirara en el suyo. Me recordó que a la que se portara mal la sacaría a la terraza a dormir. Creí que seguíamos de broma y le dije, que vale, que me sacara si quería.

Me quitó la camiseta que era todo lo que llevaba puesto y tiró de mí hacia la terraza. Le dije que solo era una broma, que no lo decía en serio, pero le dio igual. Abrió la puerta y entró una oleada de frío. Le rogué que no lo hiciera, pero con un empujón me sacó, cerró la puerta tras de mí y bajó la persiana.

Me quedé desnuda, tiritando de frío y pegada a la puerta en la oscuridad de la noche. Intenté escuchar qué pasaba dentro de la casa. No lo oía cerca de la puerta, se había ido. Me había dejado fuera y cada vez tenía más frío.

Solo quería volver dentro, disculparme y abrazarle, sentir su calor y su protección.

Cuando me empezaba a desesperar me abrió y me dejó pasar. Y eso hice. Le abracé y me disculpé.

-Querías llamar la atención, ¿verdad?

Me dijo que me quería marcar, que me daría unos azotes para que en los próximos días no me olvidara de él (ya ves, aquí me tiene, como para olvidarme aun sin azotes) 50 azotes con la vara que me dejarían unas bonitas marcas. Uno tras otro cayeron sobre mi culo esos azotes, con algunos descansos entre medio para poder aguantarlos. Esos descansos me ayudaron, pero no los quería. Quería que no parara, que me los diera todos seguidos aunque no lo pudiera aguantar, quería sentirlos y quería tener sus marcas. 

Cuando acabó se los agradecí. Me llevó donde estaba la otra sumisa, que con los ruidos de azotes y mis gritos no había podido dormir y se los enseñó, le dijo que a la mañana siguiente ella también tendría esas marcas. 
Unas preciosas marcas rojas alargadas que ahora cada vez que paso por delante de un espejo las miro con cariño y excitación. 

Sesión conjunta II. Azotes.

Las dos sumisas tumbadas boca abajo en el colchón. Cara a cara esperábamos impacientes los azotes del Amo. Notaba el aire de la respiración nerviosa de mi compañera en mi cara mientras miraba de reojo al Amo que nos acariciaba las nalgas con tranquilidad.

Los azotes empezaron. Fuertes pero a la vez suaves, es la magia de azotar con la mano. Esas caricias que nos hacían ahogar los gritos pasaban de una a otra hasta que sentías su mano solo con escuchar el chasquido en la nalga de la compañera.

El Amo se levantó y fue a otra habitación. Nosotras nos quedamos calladas mirando hacia donde se había ido intentando adivinar qué traería. Oímos un tintineo metálico.

-Cinturón-dije.

A cuatro patas el cinturón caía sobre mi espalda y sobre mi culo, mi compañera esperaba mientras me oía alternar gritos de placer y de dolor. Luego le tocó a ella y pude ver la velocidad y la fuerza con la que chocaba el cinto contra su cuerpo.

Pero no se quedó satisfecha. Dijo que a ella le habían tocado menos azotes y que quería más. Me preocupó escuchar eso. Yo también lo había pensado, pero es el Amo quien decide qué pasa durante la sesión, tal vez le tenía reservada otra cosa. Se ganó un castigo.

El Amo cogió la vara mientras ella pedía que no la azotara con eso, pero los tres sabíamos que ya era demasiado tarde. No conté cuantos azotes fueron. Tuve que apartar la mirada, me dolía verla soportando el castigo.

Lo curioso de esto es que aunque me hubiera parecido justo el castigo, cuando mi Amo le dijo que no debía quejarse así y siguió con otra conversación, yo le contesté de forma un tanto irrespetuosa y burlona, pero lo justo para no ganarme un castigo. Fue como si mi parte de sumisa rebelde intentara defender a mi compañera.
Supongo que son los peligros de juntar a dos sumisas.

Sesión conjunta II. La llegada.

Esperando en la calle a que me recogiera la otra sumisa de mi Amo notaba cómo la gente me miraba. Tal vez me había pasado “poniéndome guapa”. Mi Amo le había dado mucha importancia, lo había repetido una y otra vez, lo que me hizo pensar en las razones de tanta insistencia. Le pregunté directamente qué tenía de especial hoy después de darle demasiadas vueltas y excitarme a cada nueva y disparatada idea que se me venía a la mente, pero no me quiso contestar. “Porque lo digo yo”. Así que añadiendo la incertidumbre de dónde acabaríamos la noche me arreglé para ir acorde a cualquier situación nocturna, lo cual a las ocho de la tarde y con un sol radiante llamaba la atención de los transeúntes.

En el coche de camino a la casa del Amo vi que mi compañera también iba arreglada y supuse que tendría mis mismas preocupaciones. Después de unos besos, que acrecentaron mi excitación, empezamos a hablar. Nos intentábamos sacar información la una a la otra de lo que podría pasar esa noche. Pero no había mucho que decir, nos contamos las mentirijillas que el Amo nos había dicho y seguimos imaginando qué nos depararía la noche.

Nos perdimos, la otra sumisa se preocupó por si el Amo se enfadaba, yo me mareé y tras muchas vueltas conseguimos llegar. Acordamos no comentar nada sobre el asunto.


La puerta estaba abierta. Entramos despacio a un salón a media luz, un colchón en el suelo y de espaldas al fondo estaba mi Amo, vestido de negro y excitantemente serio y tranquilo. Estaba claro que él sí sabía todo lo que iba a pasar.

La cabeza me daba vueltas, estaba muy caliente y ese ambiente no me ayudaba a tranquilizarme. A cada caricia suya me estremecía y deseaba que empezara todo, que me agarrara fuerte, que me diera una bofetada, azotes, ¡cualquier cosa! Por suerte él lo notó y me dio uno de los orgasmos más intensos que he tenido nunca, además de concederme un deseo… facesitting de la otra sumisa. El facesitting solo me lo había hecho mi anterior Amo y era algo que me encantaba, por supuesto también me gustó mucho con la sumisa, pero mientras lo hacía pensé que preferiría que me lo hiciera mi Amo.

Solo hasta ahí recuerdo con claridad. El resto de la noche fue algo tan nuevo, tan deseado por mi parte, que creo que aun no lo he asimilado. Solo tengo fogonazos. Escenas que vienen y se van. 

6/5/11

Hoy he caído en la cuenta de que...

Estaba frustrada, triste, perdida en la sumisión. Confusa por querer complacer a un Amo ausente. Atrapada en el bdsm y separada de la vida vainilla. Y llegó él. El cambio no fue fácil, pero ahora miro atrás y casi no me reconozco.

Todo ha cambiado. Él me ha cambiado. He crecido como persona y como sumisa a una velocidad y con una fuerza tan grande que me siento cómoda tal cual soy ahora. Tan poco tiempo hace desde que le conocí y tantas cosas que me ha hecho vivir.

No sabe lo agradecida que le estoy.

5/5/11

Primera sesión conjunta.


Como un destello pensé que tal vez mi Amo no vendría solo. Estaba planeada una sesión conjunta, pero no sabía los detalles –esos detalles que tanto me gustan. Como a qué hora llegaría exactamente, cómo debería ir vestida, cuánto duraría la sesión…

Pues llegó acompañado y yo en camisón y descalza. Tras las primeras vergüenzas y los primeros besos nos fuimos al sofá y casi inmediatamente me vi desnuda y desnudando a esa sumisa de la que estaba segura  ni conocía su verdadero nombre (buen punto lo del camisón, fácil de quitar y choque para la pobre chica que veía por primera vez un cuerpo desnudo de mujer tan cerquita del suyo)

Me gustaron esos primeros arrumacos, entrecortados con risas de nerviosismo y miradas al Amo para ver si le gustaba lo que hacíamos. Si bien es verdad que se me fue esa magia de la sumisión por la situación tan graciosa de ver los primeros pasos de una chica no muy bisexual hacia entre mis piernas.

Una vez bien hechas las presentaciones mi Amo trajo la vara. Yo venía avisada de que la sesión iba a ser muy dura y a cuatro patas, agarrando con fuerza las manos de la otra sumisa, esperé los azotes. Aun a riesgo de recibir una sanción de mi Amo –cosa que suele pasar cuando después de recuperarme de los azotes, bien resuelta le digo que no ha sido para tanto, debo confesar que no fue una sesión fuerte. Fue relajada, agradable y agradecida por mi parte. Los azotes con la vara y el cinturón me supieron a gloria, quitando unos pocos con los que tuve que controlarme, pero mirando a la otra sumisa a la cara, viendo su reacción al chasquido del cinturón, a la vara cortando el viento, la sensación no fue la misma de siempre, tal vez por ello aguanté mejor.

Lo mismo le tocó a ella y entonces fui yo la que cerraba los ojos cuando la vara caía sobre las nalgas de mi compañera y que sufría al ver el impulso que mi Amo le daba al cinturón. No sé si fue buena idea que mi Amo dijera en ese momento que yo podía parar los azotes dándole un beso a la sumisa. Miraba concentrada su cara y cuando veía demasiado dolor en ella me lanzaba a besarla mirando a mi Amo. No me sentía muy cómoda en esa situación. Me dolía verla aguantando el dolor, pero también quería que mi Amo disfrutara azotándola.

Fue en la cama donde mejor lo pasé. Las dos sumisas dando placer al Amo y a su entera disposición para lo que él deseara. 

También me parece importante decir que sentí la cera de otra manera. Me dio placer. No una mezcla de placer y dolor. Solo placer, en la parte alta de la espalda. Me pareció muy curioso. Siempre me cuesta no revolverme cuando van cayendo esas gotitas ardientes en mi cuerpo, pero esta vez deseé que no acabara.

No hay más que decir. Fue la mejor experiencia de mi vida sin duda alguna y estoy deseando que se repita.