5/5/11

Primera sesión conjunta.


Como un destello pensé que tal vez mi Amo no vendría solo. Estaba planeada una sesión conjunta, pero no sabía los detalles –esos detalles que tanto me gustan. Como a qué hora llegaría exactamente, cómo debería ir vestida, cuánto duraría la sesión…

Pues llegó acompañado y yo en camisón y descalza. Tras las primeras vergüenzas y los primeros besos nos fuimos al sofá y casi inmediatamente me vi desnuda y desnudando a esa sumisa de la que estaba segura  ni conocía su verdadero nombre (buen punto lo del camisón, fácil de quitar y choque para la pobre chica que veía por primera vez un cuerpo desnudo de mujer tan cerquita del suyo)

Me gustaron esos primeros arrumacos, entrecortados con risas de nerviosismo y miradas al Amo para ver si le gustaba lo que hacíamos. Si bien es verdad que se me fue esa magia de la sumisión por la situación tan graciosa de ver los primeros pasos de una chica no muy bisexual hacia entre mis piernas.

Una vez bien hechas las presentaciones mi Amo trajo la vara. Yo venía avisada de que la sesión iba a ser muy dura y a cuatro patas, agarrando con fuerza las manos de la otra sumisa, esperé los azotes. Aun a riesgo de recibir una sanción de mi Amo –cosa que suele pasar cuando después de recuperarme de los azotes, bien resuelta le digo que no ha sido para tanto, debo confesar que no fue una sesión fuerte. Fue relajada, agradable y agradecida por mi parte. Los azotes con la vara y el cinturón me supieron a gloria, quitando unos pocos con los que tuve que controlarme, pero mirando a la otra sumisa a la cara, viendo su reacción al chasquido del cinturón, a la vara cortando el viento, la sensación no fue la misma de siempre, tal vez por ello aguanté mejor.

Lo mismo le tocó a ella y entonces fui yo la que cerraba los ojos cuando la vara caía sobre las nalgas de mi compañera y que sufría al ver el impulso que mi Amo le daba al cinturón. No sé si fue buena idea que mi Amo dijera en ese momento que yo podía parar los azotes dándole un beso a la sumisa. Miraba concentrada su cara y cuando veía demasiado dolor en ella me lanzaba a besarla mirando a mi Amo. No me sentía muy cómoda en esa situación. Me dolía verla aguantando el dolor, pero también quería que mi Amo disfrutara azotándola.

Fue en la cama donde mejor lo pasé. Las dos sumisas dando placer al Amo y a su entera disposición para lo que él deseara. 

También me parece importante decir que sentí la cera de otra manera. Me dio placer. No una mezcla de placer y dolor. Solo placer, en la parte alta de la espalda. Me pareció muy curioso. Siempre me cuesta no revolverme cuando van cayendo esas gotitas ardientes en mi cuerpo, pero esta vez deseé que no acabara.

No hay más que decir. Fue la mejor experiencia de mi vida sin duda alguna y estoy deseando que se repita.

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