19/7/11

Sola ante el sumiso

Volví de fiesta con remordimientos. No creía que hubiera desobedecido a mi Amo con lo que había pasado, pero me sentía mal por no haber pedido permiso, por no habérselo consultado antes. Tuve miedo de haber metido la pata.

Inmediatamente le mandé un mensaje a mi Amo. No le contaba mucho en él, pero le avisaba de mis preocupaciones y de que quería hablar. Para mi sorpresa no hubo ningún problema. Me dio algunos consejos y su permiso para someter al sumiso.

Hoy le he mandado un mensaje al sumiso que conocí ayer. Le decía que hoy sería mi perro y que viniera a las 18.00. Pero ya había pasado mucho rato y no obtenía respuesta. Me enfado. Me gusta la puntualidad, no solo en las citas, sino también con los mensajes si son importantes. Le mando otro diciendo que si no contesta pronto, mejor que no se moleste en venir. Inmediatamente me llega su mensaje. Sí, vendrá.

Pero justo cinco minutos antes de la hora en la que debería llegar dice que llega un poco tarde... Muy mal, se ha ganado un castigo. ¡25 minutos tarde! De eso ya hablaríamos.

Viene nervioso, ni siquiera acierta a darle al timbre de la puerta. Me gusta que esté nervioso, será que se imagina lo que puede pasar. Su nerviosismo me tranquiliza. En seguida tomo el control de la situación y le mando sentarse de rodillas ante mí. Tengo que aclararle algunas cosas que la noche anterior quedaron en el aire.

-No serás mi perro.

Para qué negarlo... Soy y siempre seré sumisa. Sí, soy una mujer con carácter y me sé divertir, pero sobre todo soy la sumisa de mi Amo.

No será mi perro, porque no quiero un perro. Pero hoy quiero divertirme, así que hoy se tendrá que portar como mi perro. Por supuesto, él acepta con una sonrisa de oreja a oreja. Dado que acepta someterse a mí, tiene que aceptar también mis normas. Obediencia, respeto y disciplina. Si no le gusta algo, se va. Si no quiere hacer algo, se va. Si desobedece y se pone caprichoso o rebelde, se va. Y si no veo el respeto que me merezco... se va. Muy contento, aunque algo tembloroso él acepta.

-Dado que eres mi perro, quiero oírte ladrar como un buen perrito. (Gracias, Señor, por hacerme ladrar tantas veces, hoy he disfrutado como nunca viendo lo que le costaba ladrar a este sumiso)

Y, como todo perro, debe llevar correa. Le pongo al cuello una correa que compré hace ya un año para mí, y después de hacerle dar la patita y ladrar un par de veces más, tiro de ella y lo llevo hacia mi cuarto a cuatro patas.

Ahí le muestro, bien organizados, todos mis juguetes. Admito que los he puesto ahí para asustarle, puesto que había pensado qué iba a usar y no todos me iban a ser útiles. Ha sido gracioso ver su cara viendo los plugs ordenados por tamaños hasta llegar al inflable.

Aquí empieza lo bueno.

Le hago subir a la cama y esperar a cuatro patas mientras elijo instrumento. Vara. Azoto su culo y sus piernas y veo cómo aparecen poco a poco esas finas marcas rojas, algunas hasta con relieve. No controlo bien mi fuerza, así que intento no pasarme. El perro resulta ser un quejica. No me molesta, porque a la vez que se queja pide más azotes y se los doy con gusto.

Le recuerdo que ha llegado 25 minutos tarde. Él se excusa. Tonterías, ha llegado tarde, me ha hecho esperar, así que ahora tendrá que asumir su castigo. Le doy a elegir entre 25 azotes con vara en la planta de los pies o 25 bofetadas. Parece que no lo tiene muy claro, así que le doy tiempo para que se lo piense mientras voy atándole los huevos y la polla con una cuerda (previamente desanudada. Me he preparado mucho la sesión para que todo saliera bien) Tiro de esa cuerda mientras le doy los últimos azotes para dejarle el culo totalmente rojo. Veo cómo se excita.

Serán 25 bofetadas. Bien, entonces tendrá que probar cómo se sienten los azotes en la planta de los pies. Cinco golpes, no muy fuertes, pues cuando mi Amo me los da a mí, me da miedo que me dañe el tendón. Demasiado flojos se los he dado, ¡parecía que hasta llegaban a gustarle!

Lo tumbo boca arriba. Ya se le ve más concentrado y más sumiso.

-Ahora vas a trabajar tú.

Me quito el vestido, no llevo ropa interior. Me siento encima de su cara y mientras él se esfuerza en hacerme correr yo le azoto con el flogger. Cuanto más cachonda me ponía más fuerte le daba y el pobre se retorcía. Me daba miedo que le estuviera haciendo mucho daño. Este ha sido el momento en que más bruta me he puesto, pero he sabido controlarme.

Una vez estoy satisfecha y él saciado llega el momento del castigo. 25 bofetadas que irán de más suave a más fuerte. Otra vez queda claro que es un quejica. A la primera bofetada ya se asusta y suelta en tono burlón "si esta es la más floja, no quiero imaginarme cómo van a ser las demás" No hace falta que se lo imagine, le van a caer las 25 una detrás de otra por impuntual. Resulta que acaban gustándole y pide más y más fuertes.

Se ha portado muy bien, pero aun tengo que pensar si habrá penetración o no. Le doy a elegir, de nuevo, entre follarme con condón o hacerse una paja y correrse donde él eligiera de mi cuerpo. Eso sí, en cuanto se corriera, se iría de casa.

Un sumiso muy inseguro, de nuevo no sabe qué hacer, así que le digo que se lo piense mientras hace que me corra con su lengua. Aprovecho ese momento para hacerle una foto concentradito en mí y se la mando a mi Amo. Recuerdo alguna foto que Él me ha mandado de sesiones con otras sumisas, es agradable encontrarse algo así en la bandeja de entrada. Estaba segura de que le gustaría y además así le informaba de cómo estaba yendo todo.

Mi perrito aun no tiene ganas de correrse y me pide lamerme todo el cuerpo. Dejo que lo haga, aunque me centro en que me lama el culo. El pobre está tan nervioso que se queda blando y le vuelve la erección a cada pestañeo. Así no me va a follar.

Y he aquí mi momento sumisa. Decido que se corra en mi espalda. Adoro sentir los fluidos del hombre en mi espalda y, casualidades de la vida, este sumiso es fetichista de las espaldas.

 Perfecto.

18/7/11

"Quiero ser tu perro"

Ayer fue mi día, está claro. Nada más entrar a ese bar vi a una pareja, que a mis ojos eran Ama y sumisa, según ellas eran queer y la dominante no era Dómina, sino activa. Hablando con ellas y sus amigos salió el tema bdsm. Mientras la activa se divertía sacándome información sobre mis experiencias, yo veía cómo un chico del círculo se fijaba mucho en mí. Ese sería mi perro.

Cuando la conversación se ponía caliente el chico se levantó y se fue. Era un lugar de gente muy abierta, supuse que simplemente ese tema no le gustaba y fue a hablar con otra gente. Pero volvió.

Cuando vio que hablábamos de azotes y bofetadas el hombre soltó un quejido y pidió que dejáramos el tema aclarando que todo eso le gustaba demasiado y no tenía a nadie que se lo pudiera proporcionar. Me pareció muy dulce que dijera eso, suponía que lo había probado y lo echaba de menos.

Nos quedamos a solas y me dijo que me quería y que se pondría a mis pies si yo lo deseaba. Me pareció una reacción bastante exagerada para un hombre de 30 años, y así se lo hice saber. Pero al rato de hablar insistió.

-Quiero ser tu perro.

Bien, ¿por qué no? Parecía manejable, me gustaba físicamente y siendo que no busco nada sería divertido pasar un buen rato y además tener nuevas experiencias. Pero quedaba la duda. ¿Y si esto le parece mal a mi Amo? Le dije que lo pensaría, es decir, que lo tenía que consultar con mi Amo (¡pero eso no se lo voy a decir a un posible sumiso!)

Me dio pena pensar que tal vez no lo volvería a ver y algo que sí me deja hacer mi Amo es un pequeño revolcón con gente que me interese... Así que me arriesgué, me lo llevé al baño. Así él podría ver lo que yo tengo para ofrecer y yo vería si realmente era sumiso y cómo se comportaba sin gente delante.

No me defraudó. El hombre era tímido, era respetuoso y le veía algo de sumiso, aunque lo que pasó en el baño no fue nada bdsm.

Le dije que para ser mi perro tendría que ser obediente y que si deseaba tocarme o besarme tendría que pedirme permiso. Esa noche no lo hizo bien, me acariciaba sin pedir permiso y aunque le dijera que estaba siendo desobediente no se controló. No me pareció bien insistir en someterle y que me obedeciera porque aun no sabía si a mi Amo le parecería bien.

Ya era tarde y él tuvo que irse. Quedamos en que esta semana nos volveríamos a ver, pero al poco tiempo de haberse ido me llegó un mensaje suyo.

-Sé que esta noche me he portado mal, ¿no debería recibir hoy un castigo?

Sí, tenía razón.

-Hoy tu castigo será pensar en lo que ha pasado y esperar mis próximas órdenes.

Y eso hizo.

16/7/11

Un regalo de mi Amo.

Después de una semana larga y tediosa por fin volví a ver a mi Amo. Estaba nerviosa por el reencuentro, me sentía muy sumisa y quería que mi Amo quedara complacido esa tarde. Nada me hizo ver lo que se me venía encima.

La sesión transcurría sin problemas hasta que sonó su teléfono. No conseguía oír la conversación completa, al otro lado del teléfono solo sonaba un susurro. Mi Amo le dio instrucciones a ese susurro de cómo llegar hasta mi casa. Cuando colgó me aclaró lo que ya imaginaba, alguien iba a venir.

Pensé que sería una sumisa y me dio rabia que mi búsqueda se estuviera retrasando tanto siendo que a él no le cuesta mucho encontrar a quién participe en nuestras sesiones, pero no era una sumisa. Mi Amo me iba a regalar una sesión con un sumiso actuando yo como parte Dominante.

Inmediatamente me entró miedo, me puse muy nerviosa y conforme la idea fue calando en mi mente empecé a sentirme excitada y contenta. No quería hacerlo mal delante de mi Amo, pero es cierto que era un regalo y podía hacer lo que quisiera con aquel sumiso. Al verme insegura mi Amo insinuó que se haría cargo él de la situación y que yo quedaría como sumisa.

-¡No! Es mío.

Desde ese momento solo quedó excitación en mi cuerpo. Estaba dispuesta a someter a cualquiera que entrara en mi casa.

Desde la ventana vi cómo se acercaba un chico muy joven, tenía que ser él. Me sentí mucho más segura cuando vi que solo era un niño de unos 18 años. Perfecto para mi primera experiencia con un sumiso.

Ya en casa los tres mi Amo me dejó vía libre, se quedó a un lado supervisando. Eso me alivió mucho, lo que más me preocupaba de esta situación era tener que sentirme sumisa de uno y Ama de otro, sería una confusión demasiado grande y acabaría decantándome por un solo rol.

Y ahí estaba mi sumiso, temblando de arriba a abajo, mirando de reojo a todos lados y deseando que todo empezara. Obedeció sin problemas cuando le dije que se desnudara, me gustó lo que vi y quise llevarlo a mi cama, pero no lo hice sin más, le pedí permiso a mi Amo. Supongo que eso ya lo tengo asimilado como parte de mí, no hacer determinadas cosas sin la aprobación y permiso de mi Amo.

No me interesa tanto contar lo que sucedió sino las sensaciones que me quedaron de este encuentro. Recordé cómo me comporté y cómo me sentí en mi primera sesión y no pude dejar de compararlo a cómo se comportó este chico. No me pareció sumiso, en esto está en total desacuerdo mi Amo, ¿es que soy yo más exigente que él? Me contesto yo misma, claro que no, pero tal vez algunos matices en el comportamiento de la parte sumisa los vemos de distinta manera.

El sumiso dejó claro que quería ser atado, nadie le preguntó, se le estaba haciendo otras cosas y soltó con una voz pedigüeña e infantil "¡Átame!" Aun lo oigo en las noches, esa vocecita de niño bueno, con un tono feliz y despreocupado. Lo que me reí cuando lo dijo, pero ahora su recuerdo hace que me enfade. ¿Sólo veo yo algo de egoísmo y desagradecimiento en esa situación?

No creo que se sintiera sometido en ningún momento. Se le veía en los ojos abiertos de par en par que le tenía miedo a mi Amo y ganas de follarme a mí. No penséis que soy una creída, que el niño lo dijo con su voz aflautada y medio susurrando, pidiéndole permiso a mi Amo en vez de suplicármelo a mí... "Yo quiero follar con ella..." Y más risas por mi parte.

Sí, fue divertido, era un niño muy mono y abierto, pero no me pareció sumiso, lo vi como un chico más de los que han podido pasar por mi cama, buscando morbo y temeroso al ver que la situación a veces le superaba.

Le agradezco muchísimo la experiencia a mi Amo, así como los consejos que durante ella me dio. Me apetece repetir, pero esta vez con más tiempo, con más calma y tal vez siendo un poquito más estricta con esos comentarios de nene caprichoso.

Y aclaro:        No soy Ama. Soy y siempre seré la sumisa de mi Amo.