13/2/11

Del olvido al paraíso

Ya hace mucho desde el último post y es que he pasado por una mala época. Una época de exámenes. Echaba de menos escribir, pero sobre todo echaba de menos que me pasara algo digno de ser escrito. Dos semanas sin sexo, dos semanas sin correrme, dos semanas sin mi Amo...

Me alejé tanto mentalmente de la sumisión, que creía que la había perdido. Que se había ido de mí. No conseguía ver a mi Amo como tal, no podía pensar ni recordar situaciones que antes me ponían. Me perdí. Pero por fin acabaron los exámenes, el estrés y la falta de tiempo.

Este viernes me sentí libre y lo primero que pensé es que deseaba que mi Amo me dominara. Me vestí pensando en qué ropa podía gustarle. Quería dar buena impresión después de tanto tiempo sin vernos. Me había imaginado el reencuentro muchas veces antes de cruzar su puerta. Abrazos, besos, deseaba que llegara ese momento. Se abrió la puerta y nos vimos. Me sentí extraña. Había pasado tiempo sin vernos y nos saludamos consecuentemente, pero le miraba y lo sentía tan cerca como si no hubieran pasado casi tres semanas, como si no nos hubiéramos echado de menos, como si no hubiera pensado en él todas las noches un ratito antes de dormirme.

Estaba muy nerviosa, pero al contrario que otras veces, no estaba impaciente y, tal vez por ello, me sentía más sumisa. No tenía en mente nada que deseara que hiciera mi Amo. Estaba abierta a todo, solo esperaba a que mi Amo me ordenase algo. Pensé que si mantenía esa sensación de apertura y aceptación hacia las órdenes de mi Amo, no podría sorprenderme nunca. Pero lo hizo. Me sorprendió y muy gratamente.

Sacó los cinturones y después de unos azotes, sentí el cuero enrollado entorno a mi cuello, lo estiró y ató el otro extremo del cinturón a uno de mis pies, haciéndome levantar la pierna y echar la cabeza hacia atrás para poder respirar. Y así, apoyada en mis manos y en mi tripa esperé a mi Amo, que delante de mí, leía tranquilo. Nunca había hecho algo parecido y ni siquiera habíamos hablado antes de ello, pero me encantó, era algo que deseaba, pero no sabía cómo explicarlo. Cambió las ataduras, me ató las muñecas a los tobillos con las piernas dobladas y me puso boca arriba. No podía moverme y poco a poco me empezaba a doler todo el cuerpo, pero me encantaba estar tan expuesta ante mi Amo y contradictoriamente esa situación me relajaba. Aguanté azotes que creo que suelta no habría soportado, no por ser duros sino por la zona, los azotes en la cara interna de los muslos y el coño me resultan muy dolorosos, pero mi mente no los recogía como dolor en esa posición. Era lo que mi Amo deseaba y, como pocas veces antes, me sentí enteramente suya.

Hoy aun sigo en su casa y deseo que llegue mañana para volver a sentir sus azotes y sus manos sobre mí.

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