8/5/11

Sesión conjunta II. Azotes.

Las dos sumisas tumbadas boca abajo en el colchón. Cara a cara esperábamos impacientes los azotes del Amo. Notaba el aire de la respiración nerviosa de mi compañera en mi cara mientras miraba de reojo al Amo que nos acariciaba las nalgas con tranquilidad.

Los azotes empezaron. Fuertes pero a la vez suaves, es la magia de azotar con la mano. Esas caricias que nos hacían ahogar los gritos pasaban de una a otra hasta que sentías su mano solo con escuchar el chasquido en la nalga de la compañera.

El Amo se levantó y fue a otra habitación. Nosotras nos quedamos calladas mirando hacia donde se había ido intentando adivinar qué traería. Oímos un tintineo metálico.

-Cinturón-dije.

A cuatro patas el cinturón caía sobre mi espalda y sobre mi culo, mi compañera esperaba mientras me oía alternar gritos de placer y de dolor. Luego le tocó a ella y pude ver la velocidad y la fuerza con la que chocaba el cinto contra su cuerpo.

Pero no se quedó satisfecha. Dijo que a ella le habían tocado menos azotes y que quería más. Me preocupó escuchar eso. Yo también lo había pensado, pero es el Amo quien decide qué pasa durante la sesión, tal vez le tenía reservada otra cosa. Se ganó un castigo.

El Amo cogió la vara mientras ella pedía que no la azotara con eso, pero los tres sabíamos que ya era demasiado tarde. No conté cuantos azotes fueron. Tuve que apartar la mirada, me dolía verla soportando el castigo.

Lo curioso de esto es que aunque me hubiera parecido justo el castigo, cuando mi Amo le dijo que no debía quejarse así y siguió con otra conversación, yo le contesté de forma un tanto irrespetuosa y burlona, pero lo justo para no ganarme un castigo. Fue como si mi parte de sumisa rebelde intentara defender a mi compañera.
Supongo que son los peligros de juntar a dos sumisas.

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