19/12/10

Desconfianza.

Suena el teléfono. Me dice que coja el ordenador y todos los juguetitos que quiera. Me hago con un par de bolsas hasta arriba solo para un día, hasta me falta espacio. Me bajo a la esquina de mi calle a esperarle. Como siempre he llegado con demasiado tiempo y me dedico a mirar los coches. Hay que ver cómo se parecen todos al suyo... Tan cargada como voy de cacharros y con la vara asomando del bolso la gente me mira raro, ¿o es mi imaginación? Cuando paseo con la vara en el bolso no paro de pensar en qué puede pensar la gente al verla "¿será una guía para las plantas? ¿un bastón?", me da pánico que alguien sepa lo que es y me diga algo o lo comenten, me daría mucha vergüenza (no sé por qué)

Me recoge en su coche.

En el viaje me siento rara. Me toca la cara y solo con ese roce ya tengo ganas de que me someta, pero por otra parte no estoy a gusto. ¿Será que hace mucho que no nos vemos? Nos quedamos callados. No me molestan los silencios y él una vez me dijo que tampoco le molestaban, pero ya me ha visto rara, seguro que está incómodo. Yo al menos lo estaba. Tenía muchas ganas de verle, pasar una tarde tranquila con él y estaba muy contenta porque me llevara a su casa y quisiera pasar el fin de semana conmigo.

Aun ahora no consigo entender por qué estuve así. Tenía pensamientos en la cabeza que no eran míos y acabé confundiéndome con lo que realmente pensaba. ¡Esta manía mía de analizar las situaciones combinada con mi especial pesimismo, a veces da malos resultados!

Me desnudó y empezó a azotarme con la vara. Hacía ya mucho tiempo que no me azotaba con la vara y no conseguía concentrarme. Los golpes que según él antes hacían que me corriera ahora me hacían llorar. No me creí que siempre hubieran sido así. Cuando me vi las marcas volví a desconfiar de él. Eran moratones y me escocía la piel, normalmente no me deja tanta marca. ¿Me mintió o es que ese día tenía la piel más sensible? Ahora ya no me importa. Estuve respondona, estuve rebelde, insumisa. No tenía ganas de pelea, pero la provocaba.

Después de muchos lloros de arrepentimiento, y de una cena, me dijo que me dejaría en mi casa. Sentí que me echaba. No quería estar conmigo por haberme comportado como una cría sin razón. Realmente no hubo razón, pudo ser por cansancio, pudo ser por estupidez... Y ahora me echaba. Me lo tenía merecido.

Pero las cosas cambiaron, también sin razón. Y dejó que me quedara a dormir con él. No sabrá cuánto se lo agradezco.

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