11/12/10

Esperado encuentro: La espera.

El martes no pudo ser, así que estaba impaciente porque llegara el viernes. A las 13.30, o tal vez antes, dijo. Con una mañana muy completita yo iba corriendo de un lado a otro, controlando la hora constantemente. Me tocaba depilación. ¡Adiós a esos pelitos, a todos ellos, por fin! Llevaba ya tiempo retrasándolo y tenía ganas de verme bien depilada, pero él no me lo había pedido, decía que no hacía falta, eso me hacía estar insegura -¿será que no le gusta así? Tirada en la camilla abierta de patas mientras una señorita me embadurnaba las ingles con cera caliente sujetaba el móvil con todas mis fuerzas. Se acercaban las 13.30 y era posible que me llamara.

-Por favor, que no me llame ahora, ¿cómo voy a hablar con él entre grititos y blasfemias por los tirones de pelo?

Una vez suavecita salí de ahí y como ya se había pasado la hora le llamé, ya sabiendo que me iba a volver a tocar esperar.

Aproveché la hora de espera para darme una vuelta por un sexshop, tenía ganas de comprarme un plug inflable. Me enseñaron dos tamaños. Uno demasiado pequeño, otro demasiado grande. Y de cabeza fui a comprarme el grande, sintiendo mientras lo pagaba que tal vez me estaba pasando, sentimiento que se hizo más fuerte cuando el vendedor me dijo que si iba a ser para uso anal necesitaría un lubricante sedante. Muy convencida le dije que solo para uso vaginal.

Nunca he usado lubricante sedante y no acabo de verle mucha utilidad... Si duele es porque te está haciendo daño, ¿de qué sirve no saber si te estás haciendo un estropicido en el culete?

Una vez con el bolso lleno toca sentarse a esperar e ir mirando los coches que pasan (debería fijarme en su matrícula, así no me llevaría tantas desilusiones) Pienso en las últimas conversaciones que hemos tenido e imagino por ellas qué puede pasar en esta sesión. Pero realmente puede pasar cualquier cosa. Empiezo a arrepentirme de no haber comprado ese lubricante inútil.

Me llama. Ya está aquí. Vamos a comer. Está impaciente por ir al hotel, sin acabar paga la cuenta y nos vamos.

En el ascensor se acerca, me besa en la mejilla y antes de que me de cuenta me muerde. Ese dolor punzante e inesperado me hace entrar en el estado de sumisión que tanto me gusta. Estoy deseando llegar a la habitación.

-¿Puedes estar tres horas?

(Tengo un examen que estudiar, he salido de casa a las once, si me quedo esas tres horas volvería sobre las siete y le he dicho a mi madre que volvería pronto...)

-Sí, claro.

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